martes, 28 de enero de 2014

detrás de tu fachada de "chico malo" no hay más que un niño asustado.

El sábado nos sentamos a hablar, a hablar de verdad por primera vez en estos cuatro años de encuentros fortuitos, de besos desenfrenados y de palabras no pronunciadas. 
Discutimos, me hablaste de vos, de tu orgullo y de tu familia, estábamos un poco borrachos, me contaste cosas que yo ya sabía pero que nunca pensé que iban a salir de tu boca. Yo también te hablé de mi familia, te dije que me parecías inmaduro a veces y que no me gustaba la forma en que te llevás el mundo por delante, no te lo conté pero no voy a negar que al principio fue lo que más me gustó de vos, me embobaba tu forma de ser y de hablar, como si nada ni nadie te importase más que vos, pero un día crecí, cosa que vos no hiciste nunca y esa forma de ser, de esconderme, de escondernos ya no era para mi. Siempre te intenté justificar con todos los que me hablaban mal de vos, todavía lo hago, porque descubrí que en el fondo no sos más que un nene asustado con grandes ojos verdes, con inestabilidad emocional, peleado con su familia; Que todo lo que hacés y dejas de hacer es para llamar la atención y que, a pesar de que nunca lo vas a admitir y posiblemente no sabés, te importa mucho lo que piensen los demás.
Te dije, después de mucho hablar y después de que intentaste besarme, que ya no me gustaba lo que teníamos, que ya no quería nada más con vos y pude leer la sorpresa en tu rostro, "una última vez" me dijiste... pero yo no pude, no voy a decir que no quería porque estaría mintiendo, pero me acordé de todo lo mal que me hiciste sin darte cuenta y pude decirte que no, un no definitivo al fin. 



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